sábado, 17 de diciembre de 2011

Construcción de un arco románico


Figura 104
El lado derecho de los dibujos nos muestra la planta de una nave románica, el lado izquierdo y la foto siguiente, representan un tramo de claustro románico.
(Letra A) Nos presenta una planta en arista romana. Se puede observar que los arcos diagonales tienen la misma flecha que los arcos laterales, es decir, para obtener el nivel de cota que les indicaba los arcos torales o formeros debían rebajar el arco diagonal y convertirlo en una elipse. Esto creaba grandes tensiones en el edificio que había que rigidizar mucho. Este estilo de bóveda se recupera en el renacimiento, son bóvedas muy ligeras hechas de ladrillos y que apenas aguantan el peso de un hombre andando sobre ellas. En la época románica que ya no sabían calcular esta elipse la abandonan. Para su cálculo se divide el diámetro o luz en una serie de partes iguales, se proyectan líneas verticales que corten el arco por la parte de arriba y la línea diagonal por la parte de abajo. Se dibujan una serie de líneas perpendiculares a la diagonal, luego se toma la medida de cada uno segmentos entre el diámetro y el arco y se trasladan a la perpendicular de la diagonal. Trazamos la elipse punto a punto.
(Letra B) Nos presenta la primera evolución natural. Convierten la elipse del arco diagonal en un semicírculo perfecto pero mantienen el diámetro de los torales y formeros, con ello obtenían dos flechas distintas: una para los diagonales y el otro para el resto de arcos. Esta diferencia de alturas la tenían que resolver con unos planos inclinados que iban a encontrar los cuatro arcos laterales.


(Letra C) Finalmente llegamos a la última etapa constructiva antes del gótico. Partiendo siempre de la misma base y manteniendo el semicírculo de la figura anterior, en este caso elevamos los arcos torales y formeros para mantener una única cota superior.
Una cosa era el arco y otra la bóveda de medio punto. Pronto aprendieron que hacían falta unos muros más firmes para aguantar una bóveda de piedra. Todo ello, sin embargo, era muy rígido y se resquebrajaba con mucha facilidad, necesitaban dotar a bóveda y nave de una cierta elasticidad, de ahí salieron los arcos torales que están conectados a unos pilares adosados ​​al muro y que actúan a modo de cimbras permanentes, desde luego por el exterior estos pilares también había que reforzarlos.



Para facilitar la construcción de la bóveda, en el punto donde debe comenzar el arco, instalaban una cornisa para apoyar en él las cerchas, se denominan impostas (en la figura superior: bóveda con arcos torales)

También comprobaron pronto que una bóveda de cañón se convertía en "arco carpanel", es decir un arco aplanado que construiríamos con no menos de tres centros o radios, lo que se debía a los empujes que el arco aplicaba sobre los muros que tendían a abrirse hacia el exterior por la línea de impostas. Si los muros se abrían unos 20 cm. por cada lado, la bóveda bajaba 40 cm. es fácilmente comprensible que un arco que debe tener una flecha igual al radio, llame la atención si la flecha, es 40 cm. más corta.
 (en la fotografía: en rojo el perfil ideal, en colores el resultado final). La mayoría de "carpaneles" en iglesias románicas, son bóvedas de medio punto deformadas.